CIENCIA, PSEUDOCIENCIA Y SOCIEDAD
Por: Daniel R. Altschuler
(El Nuevo Día, 25 de enero de 2004, Suplemento Domingo, Sección FORO, p. 3)
Reproducido por: Rafael Ortiz Vega
Habitamos un mundo paradójico. Por un lado, comenzando con la revolución copernicana, hemos desarrollado el método científico para estudiar la naturaleza y así hemos entendido cómo es y cómo funciona nuestro mundo. Es una historia maravillosa. La ciencia es parte de nuestra herencia cultural, y posiblemente sea ésta, y no sus consecuencias materiales, su contribución más importante a la humanidad.
Por otro lado, muchos continúan aferrándose- contra toda evidencia- a extrañas creencias y antiguos mitos, una amalgama que se agrupa bajo el apelativo de pseudociencias. Se trata de un cuerpo de creencias y prácticas cuyos adeptos tildan, ingenua o maliciosamente, de ciencia, aunque no comparten con la ciencia ni el planteamiento, ni la metodología, ni el cuerpo de conocimiento. Los temas más populares son la astrología, la ufología, la homeopatía, la parasicología, el creacionismo “científico” y otras ideas disparatadas.Sin uso de razón y pensamiento crítico, destrezas que se deben adquirir en la escuela, el ciudadano no es capaz de distinguir entre ciencia y pseudociencia, entre el mundo real y el ficticio. Se torna vulnerable a la tentación de las pseudociencias. Utilizará su celular para llamar al psíquico y por medio de éste hablar con los difuntos, en una esquizofrenia intelectual asombrosa.
Aunque el pensamiento racional se identifica generalmente con la ciencia y con la matemática, es importante en todos los campos del quehacer humano; en la industria, el comercio y la política, en los cuales sin razón no se llega a ningún lado, o al menos no se llega a dónde es necesario llegar. El método científico no es algo esotérico relacionado solamente con la ciencia, sino que es una versión refinada de lo que hacemos comúnmente. La metodología de la ciencia(formular hipótesis, deducir consecuencias, contrastar empíricamente, etc,) no es diferente a la que usamos cotidianamente en otras áreas del quehacer humano ya sea, por ejemplo, en el curso de una investigación criminal o reparando el motor de un automóvil. La diferencia radica en la rigurosidad del método, la precisión del lenguaje y las medidas y calidad de la prueba, combinado todo con una teoría coherente.
Si aceptamos que la ciencia- no sólo la ciencia que hacen sus practicantes, sino la ciencia entendida y practicada por la ciudadanía en general- es una herramienta esencial para sobrevivir en los tiempos modernos, entonces su rechazo o ignorancia por sectores importantes de la ciudadanía plantea una crisis que los científicos, educadores y dirigentes de la sociedad deben confrontar.
La creciente invasión de la pseudociencia no es, como piensan algunos, un pasatiempo inofensivo. Si piensa así, pregunte qué opinan los familiares de aquellas mil personas que el 18 de noviembre de 1978 se suicidaron bebiendo Kool Aid con arsénico según las instrucciones del “reverendo” Jim Jones en Jonestown, Guyana. Jones “resucitaba muertos y realizaba cirugía psíquica”, ‘milagros’ que convencieron a sus ingenuos seguidores. Pregunte a aquél que por seguir los consejos de un psíquico, lo perdió todo. Pregunte qué opina el hermano del niño asesinado el 22 de agosto de 2003 por unos locos en la iglesia Temple Church of the Apostolic Faith, en Milwaukee, Wisconsin, en el proceso de exorcismo para quitarle el demonio de adentro. Las cruzadas, la inquisición, las guerras, el holocausto y varios otros genocidios del pasado y del presente son, en última instancia, productos de la irracionalidad organizada alrededor de algún dogma en una especie de demencia colectiva. La cacería de brujas les costó la vida a más de doscientas mil (200,000) mujeres y personas entre los años 1350 y 1750, muerte que solamente llegaba luego de una cruel sesión de torturas.Estas y muchas otras tragedias, grandes y pequeñas, públicas y privadas, son en gran medida, producto de creencias pseudocientíficas, en muchas instancias propulsadas por los medios, y de una falta de una educación científica en nuestras escuelas. La pseudociencia es un negocio multimillonario que explota la credulidad del público y que goza de las simpatías de los medios, a tal punto que en programas que se supone tienen unas pautas altas de objetividad y seriedad, como las noticias, se incluye el horóscopo como si fuera algo de validez indiscutida.
El problema se ha tornado serio por una circunstancia que emerge por primera vez en la historia de la humanidad y que nos enfrenta a una situación en la cual la supervivencia del género humano está en juego. Son tiempos inusitados que nos exigen un nuevo paradigma existencial y no podemos darnos el lujo de continuar con los viejos esquemas de pensamiento mágico. La novedad es que la ciencia, que nos ha llevado a descubrir gran parte de los secretos de la naturaleza, ha logrado el perfeccionamiento de poderosas tecnologías que han trasformado el mundo, no siempre de una forma positiva, hasta el punto en que ahora la naturaleza se encuentra a nuestra merced.
Nos encontramos entre la proverbial espada y la pared. Algunos dicen que sin las tecnologías que hemos desarrollado posiblemente no habría sobrepoblación, armamentos de destrucción masiva, calentamiento global y la contaminación y destrucción ambiental que nos amenaza a todos. Pero tampoco tendríamos antibióticos, medios rápidos de transportación, computadoras y un sinnúmero de cosas que han mejorado nuestras vidas o al menos tienen el potencial de hacerlo. Potencial, ya que las tecnologías, como la televisión, que podrían haberse utilizado para la educación de las masas, pero terminó haciendo todo lo contrario. Necesitamos de nuevas tecnologías para resolver los graves problemas que nos agobian, nuevas fuentes de energía, nuevas formas de producir alimentos, pero el riesgo es hacer más daño aún si no actuamos con conocimiento y sabiduría. Esa última cualidad no la puede proveer la ciencia sola.
El conocimiento de la naturaleza que nos revela la ciencia no es la verdadera historia, pero es la más verdadera historia que poseemos. Es el mejor compás del que disponemos para ayudarnos en la difícil travesía hacia el futuro, aunque debe quedar claro que la ciencia no es panacea, no es suficiente, no es perfecta: es siempre tentativa.
Resulta asombroso que se pueda pasar por todos esos años de escuela sin realmente llegar a tener, por lo menos, los conocimientos básicos para poder distinguir entre ciencia y pseudociencia. Es necesario enseñar a razonar, a dudar y a cuestionar. Sin esa base no hay posibilidad de lograr una ciudadanía científicamente alfabetizadas y gobernantes que nos lleven por mejor camino. No podemos ignorar la ignorancia. La pregunta es qué hacer, ya que parece obvio que vamos por mal camino y que, si no logramos un cambio en la educación del ciudadano, es posible que en el futuro volvamos a quemar brujas.
sábado, 23 de enero de 2010
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