Por: Isaac Azimov
Durante casi medio siglo, los astrónomos han estado convencidos de que los planetas deben ser algo tan corriente que deben acompañar a la mayoría o a todas las estrellas. Esto sería muy cierto en el caso de las estrellas individuales. Como nuestro Sol, que no tiene estrellas acompañantes cercanas. Ahora los astrónomos finalmente tienen la evidencia más segura de que esta creencia puede ser correcta.
El concepto actual de la manera en que se forman las estrellas incluye una gran nube de polvo estelar que se condensa lentamente, dando vueltas en el proceso, cada vez más rápidamente. La parte central se convierte en una estrella, pero el material más fino que la rodea produce, eventualmente, planetas.
Esta condensación, de hecho, no puede hacer otra cosa que producir planetas cerca de las estrellas. Nuestro propio sistema solar es un ejemplo de lo que decimos. El problema está en que es el único ejemplo que conocemos.
Si existen planetas que dan vueltas en torno a otras estrellas, con toda certeza, no podemos verlos según el sentido literal, intrínseco de la palabra. Los planetas no brillan con luz propia, sino únicamente con la luz reflejada de la estrella cercana en torno a la cual dan vueltas. Es por lo tanto una luz mucho más tenue que la de la estrella, y la poca luz que pueden reflejar, se pierde completamente en el resplandor de la estrella cercana.
Pero no necesitamos ver al planeta para saber que realmente está allí. Una estrella sin planetas o estrellas acompañantes tiende a arrastrarse por el cielo por un sendero recto y lentamente. Si, sin embargo está acompañada, por un planeta, éste y la estrella dan vuelta en torno a un centro de gravedad común. Al ser más pequeño el planeta, con menor gravedad, es el que da la mayor parte de las vueltas, aunque la estrella da también vueltas, pero con un bamboleo pequeño. Cuando eso ocurre, la estrella sigue un sendero a través del cielo, un sendero que tiene muy pocas ondulaciones. Visto desde la distancia, nuestro Sol mostraría un rumbo con bamboleos, debido principalmente por la atracción del gran planeta Júpiter.
El bamboleo es más obvio si la estrella es “pequeña” y el planeta grande. Desde los años de 1940 hasta los 60, estos bamboleos ocurrieron supuestamente en algunas estrellas, especialmente en una pequeña llamada Estrella de Barnard, que se encuentra “únicamente” a 5.9 años luz de distancia de nosotros. Estas informaciones, sin embargo, no pudieron confirmarse. Otros astrónomos no pudieron medir el supuesto bamboleo y finalmente se decidió que el informe surgió de errores en el empleo del telescopio.
En las últimas dos décadas (1970-90), sin embargo, se han mejorado los instrumentos y a mediados de 1998, dos astrónomos, David W. Latham, de Harvard y Bruce Campbell, de la Universidad de la Victoria en Columbia Británica, han informado, cada uno por su lado , que han observado estrellas que bambolean.
El descubrimiento de Latham fue más o menos accidental. Estudiaba una estrella, la llamada HD 114762, a una distancia de unos 90 años luz de nosotros, simplemente para probar su telescopio. Observó un bamboleo. Al no querer hacer otro anuncio prematuro, mantuvo una vigilancia de la estrella durante 7 años, en cuyo periodo de tiempo, a juzgar por su bamboleo dio vueltas a su alrededor unas 30 veces, con un periodo de revolución de 84 días.
Por otra parte Campbell estudió la forma en que las estrellas se alejan de o se acercan a nosotros. Sin un planeta, la estrella puede bambolearse a medida que se acerca, para luego alejarse y acercarse de nuevo en una forma alternada. De 18 estrellas estudiadas por Campbell durante un periodo de 7 años, todas dentro de una distancia menor de 100 años luz de nosotros, nueve de ellas mostraron un bamboleo, pero si esto fue el resultado de la existencia de planetas, estaban lo suficientemente alejados de las estrellas a las que daban vueltas, que tomaron más de 7 años en completar una revolución. Como no se pudo observar un bamboleo completo, los resultados fueron menos seguros que los de Latham.
Para que pueda notarse un bamboleo, los planetas tienen que ser grandes, tal vez mucho más grandes que el propio Júpiter. Ello nos lleva a pensar si son verdaderamente planetas o simplemente unas estrellas acompañantes con muy escasa luz. Y, por supuesto, aunque sean planetas, los planetas que sean tan grandes como Júpiter, estarán compuestos en su mayor parte de hidrógeno caliente y serían completamente inadecuados para mantener una vida parecida a la nuestra.
Sin embargo, lo que estos resultados parecen mostrar es lo siguiente: Por lo menos la mitad de las estrellas, o tal vez más, tienen un cierto tipo de acompañantes que obviamente no son estrellas. Puede que sean planetas del tipo de Júpiter, pero parece probable que si existen un planeta del estilo , hay también otros planetas que dan vueltas en torno a la estrella que no pueden ser detectados por la sencilla razón de que son demasiado pequeños y ligeros como para forzar un bamboleo en la estrella que acompaña y que pueda detectarse.
En otras palabras, con estos informes, los astrónomos van a estar un poco más dispuestos a anunciar que hay numerosos planetas como la Tierra en la galaxia y también en otras galaxias. Esto es importante porque cuantos más planetas como la Tierra existan, mayor será la probabilidad de que, al menos en algunos de ellos existan las condiciones necesarias para la vida y de que en ellos pueda desarrollarse la misma.
Debido a estas noticias, los astrónomos que, como yo mismo, sospechan que la vida debe ser un fenómeno común en el universo, pueden ahora sentirse más seguro de sus teorías. Y si la vida es común, también, aunque ocasionalmente, podrán desarrollarse formas de vida inteligentes y producir civilizaciones tecnológicas, de forma que no estamos solos . ¡ Tal vez!
jueves, 19 de noviembre de 2009
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