EL HILO INVISIBLE QUE NOS MECE
Por: Isaac Azimov
La tierra da vueltas sobre su eje. Si fuera una esfera perfecta en su configuración, perfectamente simétrica en su estructura, perfectamente rígida y perfectamente sola en el espacio, giraría eternamente en torno a un eje inmovible. Pero ninguna de estas atribuciones es cierta, sin embargo, de forma que la Tierra se bambolea. Se sabía de tres bamboleos anteriores al que fue descubierto en junio de este año y que fue anunciado.
Cuando se estudian cuidadosamente los movimientos de las estrellas, se puede observar que hacen ciertos círculos en torno a cierto punto del cielo que se encuentra sobre el polo norte de la Tierra. El polo norte de la Tierra está cerca de ese punto, pero no exactamente. Si se estudian las estrellas año tras año, se puede observar que ese punto central cambia lentamente. Y así ocurre porque el eje de la Tierra se mueve, y esto es porque la Tierra no es una esfera perfecta debido a que se ensancha en el ecuador.
La Luna y el Sol atraen ese ensanchamiento y provocan que el eje de la Tierra se mueva lentamente en un círculo, el cual se completa en 26,000 años aproximadamente. Este efecto se le denomina "la precesión de los equinoccios", porque como resultado de este movimiento los equinoccios llegan un poco antes cada año de lo que lo harían regularmente. Este es el bamboleo de la Tierra y fue descubierto por los antiguos griegos.
El eje de la Tierra no delinea un círculo perfecto a medida que se mueve. La atracción de la Luna cambia ligeramente con el tiempo, porque a veces está un poco más cercana a la Tierra que en otras ocasiones. Esto produce un bamboleo menor en el círculo de la precesión, una pequeña onda que se repite cada 19 años. Esto fue descubierto en 1748 por un astrónomo británico de nombre James Bradley, gracias a sus estudios concienzudos de la posición de las estrellas. Esta ligera noción ondulada se le conoce como la nutación, que proviene de la palabra latina nutato que quiere decir bamboleo, porque el eje parece bambolearse un poco al marcar el círculo de la precesión de los equinoccios.
Pero eso no es todo. En 1765, un matemático suizo, Leonard Euler, predijo que los polos de la Tierra deberían de moverse en círculos pequeños durante el periodo de un año. La noción era tan pequeña que no pudo detectarse entonces, pero a medida que pasó el tiempo, los telescopios comenzaron a ser más precisos y delicados. Finalmente, en 1892, un astrónomo, Seth C. Chandler, fue capaz de estudiar el movimiento de las estrellas con tanta precisión que pudo detectar los cambios pequeñísimos en su posición que pudieron explicarse por los cambios de los polos de la Tierra. Esto fue lo que se llamó el “bamboleo de Chandler”.
El bamboleo de Chandler es un movimiento circular aproximado de los polos. El círculo se completa en unos 430 días. No es un círculo exacto, tiende a ser más ancho en unos año que en otros. Es un bamboleo pequeñísimo y el cambio en la posición de los polos en el curso de un año es únicamente de unas 10 yardas. Podría pensarse que esto no es lo suficientemente grande para detectarse, pero el hecho de se haya podido detectar muestra la precisión que ha adquirido los instrumentos astronómicos.
Si esta fuera lo moción que Euler había predicho, debería desaparecer después de algún tiempo, pero no ocurre así. Vuelve a repetirse una y otra vez. Los astrónomos creen que esto es debido a que la distribución de la materia cambia de vez en cuando. Generalmente esto es el resultado de un temblor de tierra grande, que cambia el equilibrio de las rocas dentro de la Tierra, aunque no sea mucho, pero es lo suficiente como para inclinar un poco la rotación dentro de la Tierra que lentamente cambia el polo a una distancia de unas rocas yardas. Naturalmente, que cuánto más fuerte sea el terremoto, más grande será la desviación, por lo que el bamboleo será más grande en unos años que en otros.
Pero no es necesario que se produzca un terremoto para que la Tierra se bambolee. Cualquier cambio en la distribución de la masa de la Tierra, incluidos los más pequeños, producirán bamboleos, como el científico británico Lord Kelvin predijo en 1862. Cuánto más pequeño sea el cambio, más pequeño será el bamboleo.
Los métodos para detectar los cambios en la posición de la Luna o de los satélites artificiales han continuado mejorando. Los rayos laser pueden ser ahora rebotados por esos cuerpos y al medir el tiempo que les toma regresar, pueden detectarse cambios en la posición de esos cuerpos hasta tan solo un par de pulgadas. Con el empleo de estas técnicas, los científicos del Laboratorio de Propulsión a Chorro de Pasadena, California, y de la Investigación Atmosférica y del Medio Ambiente, de Cambridge, Masschussets, anunciaron la existencia de un cuarto bamboleo que mueve el eje terrestre en un círculo pequeño; en un tiempo comprendido entre dos semanas y un par de meses. Este círculo tiene un diámetro de dos pulgadas y media a dos pies, de forma que es una treintava parte del tamaño del bamboleo de Chandler.
Al estudiar cuidadosamente los informes de los satélites sobre los datos del clima, los científicos han llegado a la conclusión de que este cuarto bamboleo de corta duración y muy pequeño, es producido por el cambio en la distribución de la masa, cuando los vientos provocan que la atmósfera tenga vaivenes. Otros factores podrían ser las tormentas que causan el movimiento de vaivenes del agua, el avance y la retirada de la nieve y así por el estilo.
Es increíble pensar que fenómenos tan familiares como las ráfagas de aire, o el curso de los ríos o el derretimiento de la nieve, puedan producir pequeños bamboleos de la enorme y vasta Tierra, pero aparentemente eso es lo que pasa.
jueves, 19 de noviembre de 2009
El Bambolear de las Estrellas
Por: Isaac Azimov
Durante casi medio siglo, los astrónomos han estado convencidos de que los planetas deben ser algo tan corriente que deben acompañar a la mayoría o a todas las estrellas. Esto sería muy cierto en el caso de las estrellas individuales. Como nuestro Sol, que no tiene estrellas acompañantes cercanas. Ahora los astrónomos finalmente tienen la evidencia más segura de que esta creencia puede ser correcta.
El concepto actual de la manera en que se forman las estrellas incluye una gran nube de polvo estelar que se condensa lentamente, dando vueltas en el proceso, cada vez más rápidamente. La parte central se convierte en una estrella, pero el material más fino que la rodea produce, eventualmente, planetas.
Esta condensación, de hecho, no puede hacer otra cosa que producir planetas cerca de las estrellas. Nuestro propio sistema solar es un ejemplo de lo que decimos. El problema está en que es el único ejemplo que conocemos.
Si existen planetas que dan vueltas en torno a otras estrellas, con toda certeza, no podemos verlos según el sentido literal, intrínseco de la palabra. Los planetas no brillan con luz propia, sino únicamente con la luz reflejada de la estrella cercana en torno a la cual dan vueltas. Es por lo tanto una luz mucho más tenue que la de la estrella, y la poca luz que pueden reflejar, se pierde completamente en el resplandor de la estrella cercana.
Pero no necesitamos ver al planeta para saber que realmente está allí. Una estrella sin planetas o estrellas acompañantes tiende a arrastrarse por el cielo por un sendero recto y lentamente. Si, sin embargo está acompañada, por un planeta, éste y la estrella dan vuelta en torno a un centro de gravedad común. Al ser más pequeño el planeta, con menor gravedad, es el que da la mayor parte de las vueltas, aunque la estrella da también vueltas, pero con un bamboleo pequeño. Cuando eso ocurre, la estrella sigue un sendero a través del cielo, un sendero que tiene muy pocas ondulaciones. Visto desde la distancia, nuestro Sol mostraría un rumbo con bamboleos, debido principalmente por la atracción del gran planeta Júpiter.
El bamboleo es más obvio si la estrella es “pequeña” y el planeta grande. Desde los años de 1940 hasta los 60, estos bamboleos ocurrieron supuestamente en algunas estrellas, especialmente en una pequeña llamada Estrella de Barnard, que se encuentra “únicamente” a 5.9 años luz de distancia de nosotros. Estas informaciones, sin embargo, no pudieron confirmarse. Otros astrónomos no pudieron medir el supuesto bamboleo y finalmente se decidió que el informe surgió de errores en el empleo del telescopio.
En las últimas dos décadas (1970-90), sin embargo, se han mejorado los instrumentos y a mediados de 1998, dos astrónomos, David W. Latham, de Harvard y Bruce Campbell, de la Universidad de la Victoria en Columbia Británica, han informado, cada uno por su lado , que han observado estrellas que bambolean.
El descubrimiento de Latham fue más o menos accidental. Estudiaba una estrella, la llamada HD 114762, a una distancia de unos 90 años luz de nosotros, simplemente para probar su telescopio. Observó un bamboleo. Al no querer hacer otro anuncio prematuro, mantuvo una vigilancia de la estrella durante 7 años, en cuyo periodo de tiempo, a juzgar por su bamboleo dio vueltas a su alrededor unas 30 veces, con un periodo de revolución de 84 días.
Por otra parte Campbell estudió la forma en que las estrellas se alejan de o se acercan a nosotros. Sin un planeta, la estrella puede bambolearse a medida que se acerca, para luego alejarse y acercarse de nuevo en una forma alternada. De 18 estrellas estudiadas por Campbell durante un periodo de 7 años, todas dentro de una distancia menor de 100 años luz de nosotros, nueve de ellas mostraron un bamboleo, pero si esto fue el resultado de la existencia de planetas, estaban lo suficientemente alejados de las estrellas a las que daban vueltas, que tomaron más de 7 años en completar una revolución. Como no se pudo observar un bamboleo completo, los resultados fueron menos seguros que los de Latham.
Para que pueda notarse un bamboleo, los planetas tienen que ser grandes, tal vez mucho más grandes que el propio Júpiter. Ello nos lleva a pensar si son verdaderamente planetas o simplemente unas estrellas acompañantes con muy escasa luz. Y, por supuesto, aunque sean planetas, los planetas que sean tan grandes como Júpiter, estarán compuestos en su mayor parte de hidrógeno caliente y serían completamente inadecuados para mantener una vida parecida a la nuestra.
Sin embargo, lo que estos resultados parecen mostrar es lo siguiente: Por lo menos la mitad de las estrellas, o tal vez más, tienen un cierto tipo de acompañantes que obviamente no son estrellas. Puede que sean planetas del tipo de Júpiter, pero parece probable que si existen un planeta del estilo , hay también otros planetas que dan vueltas en torno a la estrella que no pueden ser detectados por la sencilla razón de que son demasiado pequeños y ligeros como para forzar un bamboleo en la estrella que acompaña y que pueda detectarse.
En otras palabras, con estos informes, los astrónomos van a estar un poco más dispuestos a anunciar que hay numerosos planetas como la Tierra en la galaxia y también en otras galaxias. Esto es importante porque cuantos más planetas como la Tierra existan, mayor será la probabilidad de que, al menos en algunos de ellos existan las condiciones necesarias para la vida y de que en ellos pueda desarrollarse la misma.
Debido a estas noticias, los astrónomos que, como yo mismo, sospechan que la vida debe ser un fenómeno común en el universo, pueden ahora sentirse más seguro de sus teorías. Y si la vida es común, también, aunque ocasionalmente, podrán desarrollarse formas de vida inteligentes y producir civilizaciones tecnológicas, de forma que no estamos solos . ¡ Tal vez!
Durante casi medio siglo, los astrónomos han estado convencidos de que los planetas deben ser algo tan corriente que deben acompañar a la mayoría o a todas las estrellas. Esto sería muy cierto en el caso de las estrellas individuales. Como nuestro Sol, que no tiene estrellas acompañantes cercanas. Ahora los astrónomos finalmente tienen la evidencia más segura de que esta creencia puede ser correcta.
El concepto actual de la manera en que se forman las estrellas incluye una gran nube de polvo estelar que se condensa lentamente, dando vueltas en el proceso, cada vez más rápidamente. La parte central se convierte en una estrella, pero el material más fino que la rodea produce, eventualmente, planetas.
Esta condensación, de hecho, no puede hacer otra cosa que producir planetas cerca de las estrellas. Nuestro propio sistema solar es un ejemplo de lo que decimos. El problema está en que es el único ejemplo que conocemos.
Si existen planetas que dan vueltas en torno a otras estrellas, con toda certeza, no podemos verlos según el sentido literal, intrínseco de la palabra. Los planetas no brillan con luz propia, sino únicamente con la luz reflejada de la estrella cercana en torno a la cual dan vueltas. Es por lo tanto una luz mucho más tenue que la de la estrella, y la poca luz que pueden reflejar, se pierde completamente en el resplandor de la estrella cercana.
Pero no necesitamos ver al planeta para saber que realmente está allí. Una estrella sin planetas o estrellas acompañantes tiende a arrastrarse por el cielo por un sendero recto y lentamente. Si, sin embargo está acompañada, por un planeta, éste y la estrella dan vuelta en torno a un centro de gravedad común. Al ser más pequeño el planeta, con menor gravedad, es el que da la mayor parte de las vueltas, aunque la estrella da también vueltas, pero con un bamboleo pequeño. Cuando eso ocurre, la estrella sigue un sendero a través del cielo, un sendero que tiene muy pocas ondulaciones. Visto desde la distancia, nuestro Sol mostraría un rumbo con bamboleos, debido principalmente por la atracción del gran planeta Júpiter.
El bamboleo es más obvio si la estrella es “pequeña” y el planeta grande. Desde los años de 1940 hasta los 60, estos bamboleos ocurrieron supuestamente en algunas estrellas, especialmente en una pequeña llamada Estrella de Barnard, que se encuentra “únicamente” a 5.9 años luz de distancia de nosotros. Estas informaciones, sin embargo, no pudieron confirmarse. Otros astrónomos no pudieron medir el supuesto bamboleo y finalmente se decidió que el informe surgió de errores en el empleo del telescopio.
En las últimas dos décadas (1970-90), sin embargo, se han mejorado los instrumentos y a mediados de 1998, dos astrónomos, David W. Latham, de Harvard y Bruce Campbell, de la Universidad de la Victoria en Columbia Británica, han informado, cada uno por su lado , que han observado estrellas que bambolean.
El descubrimiento de Latham fue más o menos accidental. Estudiaba una estrella, la llamada HD 114762, a una distancia de unos 90 años luz de nosotros, simplemente para probar su telescopio. Observó un bamboleo. Al no querer hacer otro anuncio prematuro, mantuvo una vigilancia de la estrella durante 7 años, en cuyo periodo de tiempo, a juzgar por su bamboleo dio vueltas a su alrededor unas 30 veces, con un periodo de revolución de 84 días.
Por otra parte Campbell estudió la forma en que las estrellas se alejan de o se acercan a nosotros. Sin un planeta, la estrella puede bambolearse a medida que se acerca, para luego alejarse y acercarse de nuevo en una forma alternada. De 18 estrellas estudiadas por Campbell durante un periodo de 7 años, todas dentro de una distancia menor de 100 años luz de nosotros, nueve de ellas mostraron un bamboleo, pero si esto fue el resultado de la existencia de planetas, estaban lo suficientemente alejados de las estrellas a las que daban vueltas, que tomaron más de 7 años en completar una revolución. Como no se pudo observar un bamboleo completo, los resultados fueron menos seguros que los de Latham.
Para que pueda notarse un bamboleo, los planetas tienen que ser grandes, tal vez mucho más grandes que el propio Júpiter. Ello nos lleva a pensar si son verdaderamente planetas o simplemente unas estrellas acompañantes con muy escasa luz. Y, por supuesto, aunque sean planetas, los planetas que sean tan grandes como Júpiter, estarán compuestos en su mayor parte de hidrógeno caliente y serían completamente inadecuados para mantener una vida parecida a la nuestra.
Sin embargo, lo que estos resultados parecen mostrar es lo siguiente: Por lo menos la mitad de las estrellas, o tal vez más, tienen un cierto tipo de acompañantes que obviamente no son estrellas. Puede que sean planetas del tipo de Júpiter, pero parece probable que si existen un planeta del estilo , hay también otros planetas que dan vueltas en torno a la estrella que no pueden ser detectados por la sencilla razón de que son demasiado pequeños y ligeros como para forzar un bamboleo en la estrella que acompaña y que pueda detectarse.
En otras palabras, con estos informes, los astrónomos van a estar un poco más dispuestos a anunciar que hay numerosos planetas como la Tierra en la galaxia y también en otras galaxias. Esto es importante porque cuantos más planetas como la Tierra existan, mayor será la probabilidad de que, al menos en algunos de ellos existan las condiciones necesarias para la vida y de que en ellos pueda desarrollarse la misma.
Debido a estas noticias, los astrónomos que, como yo mismo, sospechan que la vida debe ser un fenómeno común en el universo, pueden ahora sentirse más seguro de sus teorías. Y si la vida es común, también, aunque ocasionalmente, podrán desarrollarse formas de vida inteligentes y producir civilizaciones tecnológicas, de forma que no estamos solos . ¡ Tal vez!
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